Sí, prácticamente literal, ya no se trata de que el ejercicio sea bueno para aquellas personas que estén lidiando con el cáncer o sus efectos, porque el ejercicio «es bueno para todo el mundo»; se trata de que cada vez más investigaciones intentan explicar por qué es bueno, desde el nivel más básico: células, enzimas, proteínas… lo que nos compone, en definitiva. Pero antes que nada, tres consideraciones importantes:
- No hay dos perfiles genéticos iguales y el cáncer es una enfermedad genética ergo lo que viene a continuación no es universal porque cada individuo y su cáncer podrán responder, o no, ante un mismo estímulo.
- Muchos de los estudios sobre el tema, son pre clínicos ¿qué significa? que son experimentos realizados in vitro o en modelos animales. Es el paso inicial fundamental pero implica que aún queda camino.
- «Ejercicio físico» es un término muy amplio, con un abanico casi infinito en lo que se refiere a tipo de ejercicio, intensidades, tiempos por sesión… no todo vale.
Dicho esto, resumo en pocas palabras un estudio que expone los modos por los que el ejercicio físico lucha contra el cáncer (unos más estudiados y afianzados que otros):
- El cáncer supone inflamación, entendida como una respuesta natural en la que el sistema inmune actúa frente a una agresión, pero que si se descontrola, impulsa otra serie de sucesos biológicos negativos para el organismo. El ejercicio físico actúa como antiinflamatorio y antioxidante, mejorando la respuesta antitumoral de determinadas células inmunes.
- El cáncer altera el metabolismo del paciente, esencialmente en lo que se refiere a la glucosa. El ejercicio físico puede regular esos cambios, mejorando la oxidación de ácidos grasos y reduciendo los productos de desecho del metabolismo de glucosa.
- Algunos tumores (mama y próstata) dependen de las hormonas sexuales, de modo que a mayor cantidad de estrógenos y/o testosterona, peor pronóstico. El ejercicio físico reduce la concentración de hormonas sexuales en la circulación, siendo una de las vías por las que previene el desarrollo de cáncer.
- La dopamina, liberada durante la práctica de un ejercicio físico razonable (en términos de frecuencia, intensidad y volumen o tiempo) ha mostrado influencia en contra de la progresión tumoral y la metástasis, e incluso parece actuar de modo sinérgico con determinados medicamentos.
- El ejercicio físico impulsa la muerte (apoptosis) de las células cancerosas y limitan el crecimiento tumoral al dañar sus células desde dentro y reducir el suministro sanguíneo al tumor.
Entrando en ejemplos concretos, el estudio que compartí en mi cuenta de Instagram había analizado la respuesta de células tumorales cultivadas al añadirles el suero sanguíneo, pre o post ejercicio, de mujeres que habían estado compaginando las sesiones de quimioterapia (por cáncer de mama) con entrenamiento. Resultó que observaron que había una mayor apoptosis en las placas donde se añadió la sangre post ejercicio.
Este trabajo se asemeja a otro anterior, en que la muestra sanguínea se extrajo de mujeres sanas, pero que sólo hicieron una sesión de ejercicio físico, es decir: no había existido un periodo de entrenamiento largo y planificado, sino una sola actividad. A pesar de ello, la sangre post ejercicio de esas mujeres ralentizó el crecimiento de células tumorales cultivadas.
Tenemos, por tanto, una poderosa herramienta para no sólo mejorar o mantener la salud cardiovascular, la fuerza y la composición corporal, sino también para atacar al cáncer, incluso antes de que aparezca. Lo que pasa que como toda buena herramienta, requiere uso profesional y supervisión por especialistas tanto del ejercicio físico, como de los sanitarios que nos estén atendiendo.
Queda mucho que entender, pero es muy, muy esperanzador. Y a los profesionales del ejercicio, nos supone una oportunidad inmensa para seguir estudiando y ejerciendo del mejor modo posible.
