JK van Vulpen, L Witlox, AC Methorst‑de Haan, AE Hiensch, R van Hillegersberg, JP Ruurda, GAP Nieuwenhuijzen, EA Kouwenhoven, PD Siersema, AM May.
Publicado online 06/05/2023. DOI: 10.1007/s00520-023-07769-5
Si no resulta fácil que una persona que ha pasado por un cáncer haga ejercicio físico, en el caso de aquellas personas que han sido diagnosticadas de cáncer de esófago, puede haber mayor dificultad, pues se trata de un tipo de cáncer cuyo abordaje terapéutico es especialmente agresivo y cuyo pronóstico es complicado. No obstante, esto no implica que deba dejarse de lado a este grupo de personas, pues pueden igualmente beneficiarse del entrenamiento.
En el estudio que presentamos hoy, el objetivo fue registrar las variables que influyeron en la adherencia a un programa de ejercicio físico que se había llevado a cabo anteriormente. Por resumir dicho programa de ejercicio: fueron 12 semanas de entrenamiento supervisado por un profesional, de dos sesiones semanales en que se combinaba entrenamiento de fuerza y cardiovascular durante 50 minutos (a sumar, calentamiento y vuelta a la calma) a intensidad moderada-alta. En total, fueron 48 de 61 pacientes quienes terminaron el programa de ejercicio y se observó que hubo alguna mejora en calidad de vida, fatiga y condición física aeróbica, además de una alta adherencia (o asistencia) al programa.
Volviendo al tema del artículo de hoy, esos mismos investigadores preguntaron a algunos de aquellos pacientes qué facilitadores y barreras habían encontrado para cumplir con el programa de ejercicio. A nivel de facilitadores, lo más importante fue el «tener intención de realizar ejercicio» y la motivación para ello debido a su interés en participar de su recuperación física. Por otra parte, que el programa fuera supervisado e individualizado, también jugó en favor de la adherencia; y por último, factores más peregrinos como recibir información, la cercanía de las instalaciones, la flexibilidad horaria y los recursos disponibles, también ayudaron. En cuanto a barreras, las limitaciones físicas puntuales o tener que atender citas médicas (a veces con periodos de reposo exigido), fueron las razones principales para no asistir a los entrenamientos.
EN POCAS PALABRAS: Es viable que supervivientes de cáncer de esófago realicen ejercicio físico tras el tratamiento, y para favorecer su adherencia resulta primordial que se sientan partícipes del proceso y se les facilite (en horario, información, recursos…) cumplir con el programa planteado.