Elisabeth A. Larson, Maria Dalamaga, Faidon Magkos
Publicado online 05/03/2023. DOI: 10.1016/j.semcancer.2023.02.008
La obesidad está reconocida como enfermedad por la Organización Mundial de la Salud (OMS), habiéndose advertido un incremento importante de su incidencia en todo el mundo, tanto en población adulta como infantil. Uno de los posibles riesgos de la obesidad, es que aumenta las posibilidades de que se desarrollen determinados tipos de cáncer y en el trabajo del que hablamos en esta entrada, los investigadores resumen las evidencias sobre el ejercicio físico en relación a la prevención y pronóstico del cáncer en base a los efectos fisiológicos de la actividad.
En primer lugar, en relación al papel del ejercicio físico sobre la incidencia y supervivencia al cáncer, se sabe que ser una persona físicamente activa (es decir, realizar actividad física de modo regular) reduce el riesgo de padecer determinados tipos de cáncer y mejora la supervivencia del paciente. Sin embargo, aún no se conocen en profundidad los mecanismos biológicos y fisiológicos que forman parte de este «factor de protección anti cáncer», de modo que pueden ser múltiples las vías por las que se producen estos beneficios, y que sean mayores o menores según sea el tipo y dosis de ejercicio físico practicado.
Por otra parte, algunos de los efectos que el ejercicio físico tiene para la obesidad también forman parte de ese efecto protector sobre el cáncer. Así, la mejora de la sensibilidad a la insulina, el control de determinadas hormonas sexuales y la liberación de citoquinas anti-inflamatorias, resultan beneficiosos tanto para esta patología, como para reducir el riesgo específico de desarrollo de cáncer.
EN POCAS PALABRAS: El ejercicio físico, fundamental para la prevención y tratamiento de la obesidad, también favorece un menor riesgo de cáncer en población con exceso de peso.