Desde hace un tiempo entreno a una mujer que tuvo un cáncer de cérvix (la llamaremos Edna). Para fortuna de ambas, nos conocimos a tiempo para poder empezar a entrenar durante su tratamiento oncológico, que resultó que además iba a ser especialmente intenso. La cosa es que en el tiempo en que estuvimos entrenando, yo compartí en mis redes sociales un vídeo de los compañeros de Oncofitcare en el que aparecía una de sus clientas realizando dominadas, y que igualmente había pasado por un cáncer de cérvix y había estado entrenando durante el tratamiento. Tras ver ese vídeo, Edna me preguntó que cómo podía ser que aquella mujer estuviera haciendo dominadas si, en su momento, ella no había podido hacerlas sin ayuda debido a los efectos secundarios del tratamiento. Y aquí sale la cuestión de base: que lo que aparece en redes sociales no es la realidad.
Y a lo mejor quien está leyendo estas líneas ha pensado lo mismo en alguna otra ocasión. Ya se sabe: centros deportivos que cuelgan vídeos/fotos de sus clientes levantando pesos que parecen imposibles; o personas que pasaron por un cáncer y ahora corren triatlones. Imágenes de éxito, en definitiva, que lo que producen y buscan es captar la atención. Y esa atención, ¿para qué?
Siendo benevolentes, lo cierto es que el uso de los «super-pacientes» puede funcionar muy bien como reclamo motivacional. Los que nos dedicamos a promover que las personas diagnosticadas de cáncer hagan ejercicio físico, vivimos casi a diario la incredulidad ante lo que planteamos. De este modo, que ocasionalmente aparezcan casos de éxito en los medios o las redes sociales, refuerza aún más la idea de que la vida no se acaba tras un diagnóstico de cáncer, y también que el ejercicio físico resulta muy beneficioso en el contexto de esta enfermedad.
Sin embargo, el problema llega cuando el contexto concreto de ese «super-paciente» no se explica convenientemente, pues puede crear en el espectador dos tendencias potencialmente negativas: (I) frustración porque ese/a puede hacer cosas que yo no; y (II) pérdida del control de las expectativas pensando que, si ese/a hace lo que hace, entonces yo también voy a poder hacerlo. Para evitar ambas tendencias, la solución es muy simple, basta con entender que cada persona es distinta y cada caso de cáncer también, pues existen infinidad de variables a contemplar y que pueden favorecer más o menos, que cada uno de nosotros podamos ser «super-pacientes». Podría ser algo así como comer patatas fritas de dos marcas distintas presuponiendo que ambas, deberían tener el mismo sabor, textura, forma o color.
En definitiva, la clave principal es no compararse, pero, sobre todo, entender que el contexto de cada cual hace mucho. Así que, no nos quedemos sólo con la imagen o con el titular que la acompañe, intentemos mirar mucho más allá para que sea una motivación, no una fuente de chascos.